Las vistas que ofrece del casco viejo son impresionantes: un ambiente confortable y luminoso en donde el trato cercano y amable de su personal te hace sentir como en casa.
Pero además, su cocina merece, y mucho, la pena: gastronomía leonesa con elaboraciones innovadoras y originales, en donde todo está pensado para compartir.
De nuestra visita destaco su riquísima tortilla vaga (como la famosísima tortilla de Sacha: que sólo va cuajada por un lado y no se le da la vuelta), los nigiri de huevo de codorniz con trufa, el picadillo de matanza con yema de huevo y su steak tartare: aunque en realidad, todo lo que probamos estaba exquisito.
¡Y acordaros de dejar sitio para el postre! La "pecera de Miguel" es su dulce más famoso, y no es de extrañar: sólo su presentación deja boquiabierto a cualquiera.
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